EL CORAZÓN AGONIZANTE DE JESÚS


                                                                    CAPÍTULO III.

Cómo el pensamiento de los moribundos que expiran cada día fue una de las principales causas del continuo sufrimiento del Sagrado Corazón de Jesús.

Entre las causas del largo martirio sufrido por el Corazón de nuestro Maestro, creemos poder señalar el pensamiento, siempre presente y profundamente sentido, de esa infinidad de almas que, cada día, llegan cargadas de crímenes a las puertas de la eternidad. ¿Cómo es posible que el más amoroso, el más compasivo de todos los corazones haya sido insensible a un espectáculo tan desgarrador? David, herido en el corazón al enterarse de la muerte de un hijo ingrato y rebelde, exclama en el exceso de su aflicción: ¡Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío! quien me va a darmorir por ti? Quis mihi tribuat ut ego moriar pro te? San Pablo, de perseguidor a apóstol, experimenta en cierto modo los dolores del parto , hasta que ha engendrado a Jesucristo las almas confiadas a su cuidado. Víctimas de un afecto puramente natural, todos los días en que vemos a las madres, de pie junto al lecho de sus hijos, marchitarse de dolor ante la aprensión de una muerte que las arrebatará de su ternura. 


Y el Verbo de Dios, hecho hombre para salvarnos, este Hijo único de un Padre que es todo caridad, y de una Madre que es todo amor, quedaría sin corazón y sin entrañas para esta multitud de desdichados que, cada día, ¡ El infierno está a punto de tragarse! 


Pero entonces que significan estos títulos de padre, hermano, amigo, buen pastor, que el Salvador se da a sí mismo en todas las páginas del santo Evangelio? ¿Qué significa esta parábola del hijo pródigo que, abandonando el techo eterno, deja inconsciente a su desdichado padre responsable de su vuelo? 


¿Qué significan esas amargas lágrimas de compasión derramadas por la ingrata Jerusalén? Si las desgracias previstas de una ciudad pérfida, que pronto iba a crucificarlo, conmovieron tan profundamente el Corazón del Hombre-Dios, qué impresión angustiosa no debió producirle la viva representación de tantas almas, separadas de la muerte con un suspiro, y colocado al borde del abismo? Nosotros mismos nos entristecemos: ¡No habría sido desgarrado nuestro dulce Salvador! Único Redentor del género humano, ¿no se ha convertido en su Padre? ¿Y no son todos los hombres, incluso los pecadores, sus hijos? Sus rebeliones, lo confieso, los hicieron indignos de este título; hundieron en la aflicción a su Padre y a su Pastor , pero ¿creéis vosotros que menguaron su amor? El que, para correr tras la oveja perdida, la dejó en el desierto contra los otros noventa y nueve, si no hubiera ¿Qué frialdad para esta oveja rebelde, cuya ingratitud, al parecer, debería haberla enfriado y repelido ?


Leemos, en la vida de la Venerable Margarita María , estas notables palabras tomadas de su propia boca: “Un día, después de la Sagrada Comunión, se me presentó el Corazón de Jesús. Había una corona de espinas alrededor de este Sagrado Corazón y una cruz encima. Mi divino Salvador me hizo saber que estos instrumentos de la Pasión significaban que el inmenso amor de su Corazón por los hombres había sido la fuente de todos sus sufrimientos; que desde el primer momento de su Encarnación, todos estos tormentos y todos estos desprecios le habían estado presentes; que desde ese momento la cruz quedó , por así decirlo, plantada en su Corte. Ahora bien, de todos estos sufrimientos, el más ardiente, nos atrevemos a decir, fue producido por los pensamientos de los moribundos que, cada día, expiran en la impenitencia. El ardiente e infinito deseo que tenía de salvarlos, y la certeza de que muchos rehusarían obstinadamente la gracia de la salvación y se lanzarían voluntariamente al fondo del abismo, le causaron un dolor un tanto infinito. 


Este es el sentimiento de todos los Padres de la Iglesia, entre otros de San Agustín: “Dios no puede sufrir, dice este ilustre doctor; pero si el sufrimiento pudiera aliarse con su naturaleza, nada podría afligirle comover que lo que padecía por los hombres se hace inútil número muy grande de ellos. Pero lo que no pudo soportar en su naturaleza divina, lo sufrió en su naturaleza humana. 


Que la vida desordenada de un pecador afligió mucho el Corazón de Jesús, por uno suena ninguna disputa. Pero si este pecador se convierte en la hora de la muerte, este retorno saludable es una reparación que lo consuela: al menos no tiene el dolor de ver inútiles sus sufrimientos. Pero si después de haber vivido en la iniquidad, este pecador persiste delante del sepulcro, y expira en la impenitencia, entonces es que el Corazón de Jesús debió estar desconsolado, y debió sentir la amargura de esta gran aflicción de la que habla san Agustín; porque es entonces, y sólo entonces, que en toda realidad, sus sufrimientos, su sangre y su muerte se vuelven inútiles. Pensé en el futuro hacer a tu Corazón, este desgarrador pronóstico de tantas almas que habrían de despreciar tu amor y perderse para siempre! Desde tu infancia, este pensamiento fue una espada cruel con la que se atravesó tu santa alma .


Se informa, en la Vida de San Catalina de Siena, que siempre se mostró muy sensible a este dolor íntimo del Sagrado Corazón de Jesucristo. Ella lo escribió un día en términos candentes al Cardenal Pedro de Ostia, para despertar en él un celo ardiente por la salvación de las almas, explicándole cómo Nuestro Señor había llevado una cruz muy pesada toda su vida, a causa de la multitud de personas... corazones a los que previó que el derramamiento de su sangre sería inútil. Es también en el mismo sentido que Santa Teresita dijo: "¿Cuál fue la vida denuestro divino Redentor, sino la muerte continua? Su gran dolor fue ver a su Padre ofendido de tantas maneras, y tantas almas lamentablemente perdidas. »


La consecuente práctica de esta devoción, es ante todo que el culto del Corazón Agonizante de Jesús es un culto muy legítimo, y que el homenaje más agradable que podemos ofrecerle es orar por los moribundos.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

DEVOCIÓN A LOS DOLORES INTERNOS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

TODO POR EL CORAZÓN DE JESÚS