EL ALMA UNIDA EN ESPÍRITU AL SAGRADO CORAZÓN

 

EL ALMA UNIDA EN ESPÍRITU AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 

Firenze

Tipografía bajo el estandarte de San Antonino

Año de1871

 

TIEMPO DE ORACIÓN

La devoción al Sagrado Corazón se dirige principalmente 1. a agradecer a Jesucristo que se nos ha entregado en el Santísimo Sacramento. 2. para reparar los ultrajes que recibe de los hombres. Con este propósito se ha establecido la adoración perpetua del Corazón de Jesús, cada uno debe dedicar una o muchas horas al año, según le dicte su propia devoción, y gastarlas en adorar profundamente a este Sagrado Corazón, imaginando que regresa a Él en nombre de todos los devotos un tributo de adoración, gratitud y amor, y compadecerlo de los ultrajes que se le hacen. ¡Cuántas gracias, cuántas bendiciones adquieren los que practican dignamente tal ejercicio! Por eso, los devotos del Sagrado Corazón irán felices de ver la hora feliz, establecida por ellos para cumplir con este santo deber. 

 

ACTO DE OFRENDA EN PREPARACIÓN A LA HORA DE ADORACIÓN

¡Oh mi Salvador, y mi Dios! en nombre de todos los devotos de tu Sagrado Corazón vengo a presentarte sus votos, impulsados ​​por no sé qué santa solicitud. Cuán grande es esta felicidad de poder pasar tiempo con ustedes y ver cuán inmensamente ama su Corazón a los hombres; ¡y que os ofrezco entrar en algún disfraz pagador de los ultrajes, que no quedan para daros! mas ¿cómo sabré yo, miserable criatura, indigno pecador que soy, cumplir las partes de tan santa deuda? ¡Oh Jesús! Une mi fría oración al ardor tuyo, ayúdame en mi impotencia, y ofrece a tu Padre celestial las santas disposiciones de tu Sagrado Corazón para mí. ¡Oh Virgen Santa! ábreme el Corazón de tu divino hijo; introdúceme en ese santuario de todas las gracias y de todas las virtudes. Uno los míos a los perfectos homenajes que le rinde vuestro Inmaculado Corazón. Espíritus bienaventurados que humildemente os postráis ante este Corazón adorable, uno el mío a vuestras profundas adoraciones; hazme parte de tu amor y recogimiento, y ofrécele mi oración. Venid, Santos del Cielo, venid, justos de la tierra, venid, todos los que aman tal devoción; venid, todas las potencias de mi alma, adoremos el Corazón de nuestro Dios en uno. Oh Jesús, atráeme a tu Corazón, porque te adoras a ti mismo de una manera que no es indigna de ti.

 

-Medita aquí bien en la presencia de Dios, y después de un acto de fe lo más vivo posible para ti, ve por algún tiempo considerando lo que eres ante Él.

 

¿Qué era yo? Pura nada.... ¿Qué soy? una inmunda mezcla de corrupción, inmundicia e iniquidad.... ¿Qué seré? Gusanos pastando... ¿Qué he hecho hasta ahora? Nada por Dios soy verdaderamente mío, excepto el pecado... ¿Qué merecía? Llorar eternamente allá abajo en el infierno... ¿Qué he ganado con vivir al servicio de Dios? Ni siquiera una virtud.... pero sí tesoros de crímenes e ira.... ¿Qué he perdido? Tus gracias, oh Señor, y el fruto de tu sangre que has dispersado por m.... Al final, ¿qué puedo hacer? Nada sin tu ayuda, ni siquiera formes un pensamiento santo, ni pronuncies tu santo nombre de una manera que ayude a mi salud.

 

-Incluso puedes imaginar que eres como un enfermo al lado de un médico omnipotente.

 

Jesús hijo de David, sólo si tú lo quieres, puedes sanarme.

 

-O como el Hijo Pródigo a los pies del mejor de todos los Padres.

 

Padre mío, he pecado a la vista del Cielo, tú lo ves: no, ya no soy digno de que me llames hijo tuyo: trátame como a uno de tus siervos.

 

-O como el pecador, o como la mujer adúltera ante su juez, que sin embargo quiere mediar con ella.

 

¡Oh Esposo tierno y fiel! Soy una novia infiel, pero escucha mis gemidos; escuchad los sentidos dolorosos, y amantes, que en este instante os hablo. Cuántas veces se ha recurrido a tu merced, nunca has respondido con favores evidentes. Dejas que tu corazón se doblegue a los gemidos de la mujer adúltera, a las lágrimas de Pedro, a la ternura de Magdalena. ¿No eres siempre el mismo Dios? ¿No conoces, sin embargo, el mismo poder, la misma bondad, el mismo Corazón?...

 

Finalmente, piensa que estás ante el Corazón de Jesús, es decir, ante el trono de la misericordia.

 


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