TRES PETICIONES DEL DIVINO CORAZÓN


 

TRES PETICIONES DEL DIVINO CORAZÓN

 

REPARACIÓN

AMOR

CONFIANZA

 

IMPRENTA SALVADOR ALBERT

CALVO SOTELO. 19

BURJASSOT

 

Quiero servirme de ti para hacer conocer más la misericordia y el amor de mi Corazón...

 

(Palabras de N. S. Jesucristo a Sor Josefa Menéndez.)

 

Con licencia eclesiástica

 

INTRODUCCIÓN

Los llamamientos de Amor y Misericordia que encierran estas páginas se confiaron a una humilde Hermanita Coadjutora de las Religiosas del Sagrado Corazón, fallecida el 29 de diciembre de 1923, a la edad de treinta y tres años.

Han sido conservados como un tesoro, por la familia religiosa que los recibió, hasta ahora, que parece ser el momento indicado de darlos a conocer al mundo, tan sediento de paz, para atraerlo suavemente al único y verdadero manantial de confianza y seguridad.

 

Yo hablaré y tú transmitirás mis palabras -decía el Corazón de Jesús a su confidente-. No pido nada nuevo. Pero el mundo necesita renovarse por la fe y confianza en mi Corazón. Ayúdame en esta obra de amor. 

El mismo Señor, definía así su obra: «Las palabras y deseos que daré a conocer por tu medio inflamarán y excitarán el celo de muchas almas, y evitarán la perdición eterna de otras muchas. Entonces conocerán todos una vez más, que la misericordia y el amor de mi Corazón son inagotables

Durante mucho tiempo quiso el Señor mantener oculto el instrumento que se había escogido, y le dijo un día: ¿Qué eres tú sino el eco de mi voz? Y cuando enmudezco, ¿qué queda de ti?.

Quince años han transcurrido en silencio desde la muerte de la humilde religiosa. Pero los favores debidos a su intercesión, al ponerse en evidencia el auténtico valor de su Mensaje, han movido a la autoridad eclesiástica a darlo a conocer a las almas, Ojalá sean muchas las que logren descubrir por su medio al Corazón abrasado de amor que hoy se ofrece, una vez más, a las ansias del mundo.

 

Josefa Menéndez nació en Madrid el 4 de febrero de 1890 en un hogar modesto pero muy cristiano, bien pronto visitado por el dolor. La muerte del padre dejó a la jovencita como único apoyo de su madre y de las hermanitas a las que sostenía con su trabajo, Josefa, hábil costurera, conoció las privaciones y preocupaciones, el trabajo asiduo y las vigilias prolongadas de la vida de obrera. Pero, su alma enérgica y bien templada vivía ya del amor del Corazón de Jesús, que la atraía a su irresistiblemente vida interior que practicaba, y una como sobrenatural intuición de cuanto a su vocación se refería, llamaba la atención de algunas personas que la trataron con más intimidad.

Pero las gracias de Dios permanecieron ocultas a cuantos la rodeaban, y desde el día de su llegada hasta su muerte, logró pasar desapercibida, en medio de la sencillez de una vida de la más exquisita fidelidad. Y en esta vida oculta, Jesús le descubrió su Corazón. Quiero, le dijo, que seas el Apóstol de mi Misericordia. Ama, y nada temas. Quiero lo que tú no quieres pero puedo lo que tú nunca podrías conseguir. A pesar de tu indignidad y de tu miseria, me serviré de ti para realizar mis Designios»,

Viéndose objeto de estas predilecciones divinas, y ante el Mensaje que debía transmitir, la humilde Hermanita temblaba y sentía levantarse gran resistencia en su alma. La Santísima Virgen fue entonces para ella la estrella que guía por camino seguro, y encontró en la Obediencia su mejor y único refugio, sobre todo, al sentir los embates del enemigo de todo bien, a quien Dios dejó tanta libertad. Su pobre alma experimentó terribles asaltos del infierno, y en su cuerpo llevó a la tumba las huellas de los combates que tuvo que sostener. Con su vida ordinaria de trabajo callado, generoso, y a veces heroico, ocultaba el misterio de gracia y de dolor que lentamente consumía todo su ser. Cuatro años bastaron al Divino Dueño para acabar y perfeccionar su obra en Josefa, y confiarle sus Deseos. Como Él había dicho, llegó la muerte en el momento señalado, dando realidad a sus palabras: Porque eres la víctima que Me he escogido, sufrirás, y abismada en dolor, morirás», Era el sábado 29 de diciembre de 1923. Pronto se dejó sentir la intercesión de Sor Josefa. El Corazón de Jesús cumplía su promesa «Este será nuestro trabajo en el Cielo enseñar a las almas a vivir unidas Conmigo. Y otro día mis palabras llegarán hasta los últimos confines de la tierra». Su Corazón preparaba el camino que hoy descubre al mundo, hambriento de Verdad y de Caridad.

 

Historia sencilla y sublime a la vez la que a las almas presenta el precioso libro UN LLAMAMIENTO AL AMOR. Sor Josefa Menéndez, Religiosa Coadjutora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús. Este opúsculo es una mera reimpresión de un capítulo del mismo.

 

 

REPARACIÓN

 

Es decir, vida de unión

con el Reparador divino:

Trabajar por Él, con Él, en

Él, con grande unión a sus

sentimientos y a sus deseos

en espíritu de reparación.

 

«Vengo a descansar en ti, alma querida... ¡Soy tan poco amado por los hombres...! ¡Buscando siempre amor, no encuentro sino ingratitud!... ¡Son tan pocas las almas que verdaderamente me aman!...

Lo que deseo de ti, es que estés dispuesta a consolar mi Corazón siempre que te lo pida, pues el consuelo que me da un alma fiel compensa la amargura que me causan tantas almas frías e indiferentes.

Algunas veces sentirás la angustia de mi Corazón en el tuyo; así Me aliviarás. No tengas miedo, Yo estoy contigo. Cuando te dejo sentir frialdad, es que tomo tu ardor para calentar a otras almas...

 

Cuando te hago pasar angustias, tu sufrimiento impide que mi cólera divina descargue sobre los pecadores...

Cuando estás fría e insensible, y me dices sin embargo que Me amas, es cuando más consuelas mi Corazón...

«Un solo acto de amor hecho cuando te dejo sola, repara multitud de ingratitudes de otras almas; mi Corazón los cuenta y los recibe como bálsamo precioso.

¡Quiero que Me des almas! Para esto no te pido más que amor en tus acciones.

Hazlo todo por amor: sufre por amor, trabaja por amor, y sobre todo, abandónate al amor.

Cuando te doy consuelo, recíbelo de manos del Amor.

Cuando te hago sentir angustia y soledad, acéptalas y sufre con amor.

Quiero valerme de ti como una persona cansada se sirve de un báculo.

Quiero poseerte, llenarte, consumirte toda.

 

«Escucha esta palabra: El oro se purifica en el crisol. Asi se purifica y fortalece tu alma en la tribulación, y el tiempo de la tentación es de gran provecho para ti y para las almas.

Entra en mi Corazón y estudia el celo que lo devora por la gloria de mi Padre.

No temas sufrir si con el sufrimiento puedes, en algún modo, aumentar mi gloria y salvar almas. ¡Valen tanto las almas!...

¡Hay que sufrir mucho para salvar un alma!...

¿No sabes que mi Cruz y Yo somos inseparables? Si me ves a Mí, verás la Cruz y cuando encuentres mi Cruz, Me encontrarás a Mi.

El alma que me ama, ama la Cruz, y el que ama la Cruz, me ama a Mí. Nadie poseerá la vida eterna sin amar la Cruz y abrazarla de buena voluntad por mi amor.

El camino de la virtud y de la santidad se compone de abnegación y de sufrimiento, y el alma que acepta y abraza la Cruz, camina guiada por la verdadera luz y sigue la senda recta y segura sin temor de resbalar en las pendientes...

La Cruz es la puerta de la verdadera vida y el alma que la acepta y la ama, tal cual Yo se la he dado, entrará por ella en los resplandores de la vida eterna.

¿Comprendes ahora cuán preciosa es mi Cruz? No temas... Soy Yo quien te la da y no te dejaré sin las fuerzas necesarias para llevarla.

¿No ves cómo la llevé yo por tu amor? Llévala tú con amor por Mi.

Mi Corazón es el que da la vida a las almas, el que da vida al mundo... pero se la da desde la Cruz. Así es necesario que las almas escogidas para dar luz y vida al mundo entero, a vista del ejemplo que les ha dado su Salvador y Maestro, se tiendan

con gran sumisión sobre esta Cruz.

La mejor recompensa que puedo dar a un alma es hacerla víctima de mi Amor y de mi Misericordia porque así la hago semejante a Mí, que soy la Víctima Divina por todos los pecadores.

¿Sabes cómo puedes consolarme? ....

Amándome, sufriendo por las almas, no rehusándome nada...

Si, no me niegues nada, no olvides que necesito almas que continúen mi Pasión para contener la ira divina. Yo te sostendré.

Cuando un alma ruega por un pecador con deseo ardiente de que se convierta, mi Corazón encuentra en esta súplica, reparación para la ofensa recibida, y la mayor parte de las veces, esta alma obtiene lo que pide, aunque sea en el último momento.

De todos modos, la oración nunca se pierde, porque repara la injuria que Me causa el pecador, y si no éste, otros alcanzarán misericordia y recibirán el fruto de esta oración.

Hay almas que durante su vida y también por toda la eternidad, están llamadas a darme la gloria que les pertenece darme y la que Me hubieran debido dar otras almas que se han perdido... De este modo mi gloria no sufre mengua, pues un alma justa puede reparar los pecadas de otras muchas.

Es tan grande el amor que tengo a las almas, que sufro come un martirio cuando se alejan de Mí, no por la gloria que Me quitan, sino por la desgracia que se atraen sobre sí mismas.

Las almas corren a su perdición y mi Sangre se inutiliza para ellas. Pero las que aman y se inmolan, y se consumen como víctimas de reparación, atraen la Misericordia de Dios. Esto es lo que salva al mundo.

¡Busco almas que reparen tantas ofensas como recibe la Majestad Divina y mi Corazón se consume en deseos de perdonar! ¡Pobres pecadores! ¡Cuán ciegos están!

Yo sólo deseo perdonarlos, pero ellos no piensan más que en ofenderme... Voy tras los pecadores como la justicia tras los criminales; la diferencia es, que ella los busca para castigarlos y Yo para perdonarlos.

El mundo corre precipitadamente a abismarse en los placeres y es tanta la multitud de pecados que se cometen que mi Corazón está como anegado en un torrente de amargura y de tristeza.

¿Dónde encontraré alivio a mi dolor? Ofrece todo tu ser para satisfacer a mi Justicia y reparar los ultrajes hechos a mi Amor. Si te consideras indigna y tus pecados son grandes, ven a sumergirte en el torrente de Sangre que brota de mi Corazón y déjate purificar. Acepta después generosamente todos los sufrimientos que mi Voluntad te envía para ofrecérselos a mi Padre Celestial. Deja que tu alma se abrase en deseos de consolar a un Dios ultrajado y apodérate de mis Méritos para reparar tantos crímenes...

Dime: ¿Dónde hay un corazón que ame más que el Mío y que sea menos correspondido? ¿Qué corazón hay, que más que el Mío se consuma en mayores deseos de perdonar? Y en pago de tanto amor, recibo las mayores ofensas...

¡Pobres almas! Vamos a pedir perdón y a reparar por ellas: ¡Oh! Padre Mío, tened piedad de las almas, no las castiguéis como merecen, sino hacedles misericordia como os lo pide vuestro Hijo...

 

«Vengo a descansar entre las almas que he escogido. ¡Ojalá sepan, por su fidelidad, cicatrizar las heridas que recibo de los pecadores! ¡Ah! ¡Cuán necesario es que haya víctimas para compensar la amargura en que se abisma mi Corazón y para aliviar el dolor que Me causan tantas culpas….

¡Cuánta maldad!... ¡Cómo se pierden las almas! ..."

La obstinación de un alma culpable hiere profundamente mi Corazón, pero la ternura de un alma fiel, no sólo cicatriza mis Llagas, sino que detiene la Justicia de mi Padre.

Cuando te envío sufrimientos no creas que por eso te amo menos... Es que necesito remedios para curar las llagas del mundo.

Yo Me encargo de reparar por ti; tú repara por las almas.

Hay muchas almas que Me afligen y muchas que se pierden; pero lo que más hace sufrir mi Corazón son aquellas almas que tanto amo y que no se entregan enteramente a Mí, sino que siempre se reservan algo. Y sin embargo: ¿No les entrego Yo todo mi Corazón?...

Consuélame, ámame, glorificame por mi Corazón. Repara con Él y satisface por medio de Él a la Justicia Divina... Preséntalo como Víctima de Amor por las almas... Pero de un modo especial, por las almas que Me

están consagradas. Vive Conmigo, como yo vivo contigo... Escóndete en Mi, como Yo Me escondo en ti. Los dos nos consolaremos mutuamente porque tu sufrimiento será mío y mi sufrimiento será tuyo."

«Hoy Me vas a consolar: entra muy adentro de mi Corazón. Preséntate a mi Padre con todos los Méritos de tu Esposo.

Pídele perdón por tantas almas ingratas. Dile que estás dispuesta, en tu pequeñez, a reparar las ofensas que recibo. Dile que eres una víctima muy miserable, pero que estás cubierta con la Sangre de mi Corazón.>>

 

«Así pasarás el día pidiendo perdón y reparando. Quiero que unas tu corazón al celo y al ardor que consume el Mio y que las almas comprendan bien cómo quiero ser su felicidad y su recompensa. ¡Que no se aparten de mí! ¡Las amo tanto!

 

«Mira mis Llagas que fueron abiertas sobre la Cruz para rescatar al mundo de la muerte eterna y para darle la vida… ellas son las que ahora obtienen misericordia y perdón a tantas almas que irritan la cólera del Padre. Estas Llagas darán en adelante a las almas luz, fuerza y amor. Esta Llaga (la del Corazón) es el volcán divino donde quiero que se abrasen mis almas escogidas. Todas las gracias que mi Corazón encierra son para que ellas las derramen sobre el mundo, sobre tantas y tantas almas que no saben venir a buscarlas y sobre otras muchas que las desprecian.

Yo les daré luz necesaria para que sepan aprovechar este tesoro y para que no sólo Me hagan conocer y amar, sino que reparen también las ofensas que recibo de los pecadores. Sí, el mundo me ofende... pero se salvará por la reparación de las almas escogidas. ¡Ama, porque el amor es reparación y la reparación es amor!

 

AMOR

O sea, intimidad con Aquel

que es todo Amor y que se pone al nivel de sus criaturas

para pedirles su amor.

 

«Lo único que quiero es amor. Amor dócil que se deja conducir por Aquel a quien ama... Amor desinteresado que no busca ni su gusto, ni su interés, sino los de su Amado... Amor celoso, ardiente, devorador, que venza todos los obstáculos que el amor propio le ponga delante: éste es el verdadero amor, el que aparta a tantas almas del abismo de perdición en que se precipitan.»

«Contempla mi Corazón.... estúdialo y de Él aprenderás a amar. El verdadero amor es desinteresado, humilde y generoso.

Si Me pides que te enseñe a amarme, empieza por olvidarte a ti misma; no cuentes los sacrificios ni mires lo que te cuestan.... no repares si es o no de tu gusto: Ama y tendrás fuerza.»

 

«Muchas almas creen que el amor consiste en decir: -Os amo, Dios mío... No, el amor es suave y, obra porque ama. Quiero que Me ames así, suavemente siempre y en todo; en el trabajo y en el descanso; en la oración y en el consuelo, como en el sufrimiento y la humillación; siempre has de darme pruebas de amor con tus

obras... ¡Eso es amar! Si las almas lo entendieran, ¡cuánto adelantarían en perfección! ¡Cuánto consolarían mi Corazón! Dime que Me amas: es lo que más Me consuela porque tengo hambre de amor. Quiero que ardas en deseos de verme amado y que tu corazón no se alimente más que de este deseo.

Mira mi Corazón y el fuego que lo consume: es el amor que tengo a las almas, pero sobre todo a mis almas escogidas. A ellas reserva mi Corazón un sitio de preferencia... pero ¡cuántas no lo saben!

Entra en mi Corazón, gusta su dulzura, embriágate de su paz, deja que tu corazón se abrase al contacto de esta divina llama... Comparte mis penas, mis tristezas, mis horas de soledad, hazme compañía. Ámame por tantas almas que me dejan solo y me desprecian...»

«El amor todo lo hace fácil. El alma que ama desea sufrir; el sufrimiento alimenta el amor.

El amor y el sufrimiento unen al alma íntimamente con Dios y la hacen identificarse con Él.»

«Muchas almas Me reciben bien cuando las visito en tiempo de consuelo. Muchas me reciben con gusto en la Comunión. Pero hay pocas que me den buena acogida cuando llamo a su puerta con mi Cruz. El alma que viéndose tendida sobre la Cruz se abandona, es la que Me glorifica, la que Me consuela, la que está más cerca de Mi.

Es verdad que muchas almas no me conocen, pero mayor es el número de las que conociéndome, me abandonan para seguir una vida de placer... ¡Hay tantas almas sensuales!... ¡Tantas que quieren gozar!... Por eso se pierden, pues mi camino es de sufrimiento y de cruz. Por eso busco amor, porque sólo el amor da fuerza para seguirme...

«Cuando dos personas se aman, la más pequeña falta de delicadeza de la una hiere el corazón de la otra. Así sucede con mi Corazón. Si eres fiel en guardar las delicadezas del amor, no Me dejaré vencer en generosidad, e inundaré tu alma de paz. No te dejaré sola; en tu pequeñez serás grande porque Yo seré quien viva en ti.»

«Mi Corazón no puede contener el deseo que le consume de darse, de entregarse, de permanecer siempre en las almas. Espero que Me abran su corazón y que Me encierren en él para que el fuego que devora el Mio las conforte y las abrase. Entonces Me entrego todo a las almas y soy para ellas lo que quieren les sea. Si

Me quieren por Padre, seré su Padre; si Me quieren por Esposo, seré su Esposo; si necesitan fuerza, seré su fortaleza, y si aspiran a consolarme, Me dejaré consolar.... Mi deseo es darme a las almas y derramar sobre ellas todas las gracias que les prepara mi Corazón.

«Déjame dilatarme en ti, porque mi grandeza hará desaparecer tu pequeñez. 

Trabajaremos siempre unidos. Yo viviré en ti y tú vivirás para las almas. Mi Corazón lo hará todo, mi Misericordia obrará y mi Amor anonadará todo tu ser. Cuanto más desaparezcas tú, más seré Yo tu vida y tú un cielo de reposo para Mi. Háblame porque estoy contigo, no creas que estás sola porque no Me ves... Te veo, te oigo... Háblame, sonríeme porque soy tu compañero inseparable.

Si me agradas es por tu pequeñez. No te pido más que dos cosas: amor y abandono... Quiero que seas como una vasija vacía que yo me encargaré de llenar. En cuanto a ti, no tengas medida en el amor...

Ama y deja a tu Creador que se ocupe de su criatura...

Si eres pobre, Yo soy rico; si eres débil, Yo soy la misma fortaleza. Lo que te pido es que no me niegues nada; te defenderé… te levantaré... Tú abandónate; Yo lo haré todo...»

Quiero que todo, aún lo más pequeño, me lo ofrezcas para consolar a mi Corazón de lo que sufre, sobre todo con las almas que Me están consagradas. Quiero que descanses sin temor en mi Corazón. Míralo bien y verás hasta qué punto ese fuego es capaz de consumir todo lo imperfecto que hay en ti. Quiero que te abandones a mi Corazón

y no te ocupes más que de complacerme. Acuérdate que soy tu Padre, tu Salvador y tu Dios. Entra en este Corazón que es un abismo de amor y nada temas. No te pido que merezcas las gracias que te hago; lo que quiero es que las recibas. Déjame obrar en ti. Tengo los ojos fijos en ti, fija en Mí los tuyos. No me importa tu nada, ni aun tus caídas... Mi Sangre lo borra todo. Bástate saber que te amo.... Tú abandónate…» El alma que verdaderamente se abandona a Mí, Me agrada tanto, que, a pesar de sus miserias e imperfecciones, hago de ella mi Cielo y me complazco en habitar en ella.»

«Si Me lo abandonas todo, todo lo encontrarás en mi Corazón. Necesito corazones que amen... Almas que reparen... y víctimas que se inmolen… pero, sobre todo, almas que se abandonen...»

«Déjate conducir con los ojos cerrados, que Yo soy tu Padre y los tengo abiertos para conducirte y guiarte. Cuando Me llamas Padre, atraes mis miradas complacidas, y mi Corazón se obliga a cuidar de ti... ¡No sabes cómo se alegran los padres cuando su hijito empieza a hablar y pronunciar el nombre tan tierno de Padre!... Al oírlo le abren los brazos, lo estrechan contra su corazón, con tanta ternura y amor, que experimentan un goce muy superior a todos los placeres de este mundo por dulces y suaves que sean. Pues si un padre y una madre de la tierra lo hacen así, ¿qué hará el que es a la vez Padre, Madre, Creador, Salvador y Esposo? ¿Qué corazón puede igualar al Mío en

ternura y amor? Sí, alma querida, cuando estés oprimida y angustiada, ven, acude a Mí, dime: «Padre» y descansa en mi Corazón. Si no puedes postrarte a mis pies como quisieras en medio de tu trabajo, repite esta palabra Padre y Yo te ayudaré, te sostendré, te guiaré y te consolaré.»

 

«Mira mi Corazón. Éste es el libro en que debes meditar. Él te enseñará todas las virtudes y sobre todo el celo de mi gloria y de la salvación de las almas. Mira bien mi Corazón. Es el asilo de los miserables y por consiguiente el tuyo, porque ¿quién más miserable que tú? Mira el fondo de mi Corazón y verás que es el crisol donde se purifican los corazones más manchados y después son inflamados en el amor. Ven, acércate a este horno; deja aquí tus miserias y tus pecados. Ten confianza y cree en mí que soy tu Salvador. Mira aún mi Corazón. Es el manantial de agua viva. Arrójate en Él, y bebe hasta apagar tu sed. Deseo y quiero que todas las almas vengan a este manantial para que encuentren en él su refrigerio. En cuanto a ti, te he colocado muy adentro de mi Corazón porque como eres muy pequeña no hubieras podido venir tú sola... Aprovecha y bebe las gracias que te doy. Deja que mi amor trabaje en ti y sigue siendo muy pequeña. Si, dices bien: ¡Soy bueno! Para que las almas lo comprendan sólo una cosa necesitan; unión y vida interior. ¡Cuánto mejor me conocerían las almas, si vivieran más unidas a Mi!... Éste será nuestro trabajo en el Cielo: enseñarles a vivir Conmigo; no como si me encontrara lejos de ellas, sino en la más estrecha intimidad; puesto que vivo en ellas por la gracia. Si mis almas escogidas viven así y Me conocen de veras, ¡cuánto bien podrán hacer a tantas pobres almas que viven lejos de Mí, sin conocerme! «Cuando mis almas se unen a Mi conocen mis sentimientos. saben cuán ofendido soy, Me consuelan, reparan... y llenas de confianza en mi Bondad piden perdón y obtienen gracia para el mundo.»

«Tú me amas porque soy bueno: Yo te amo porque eres pequeña y porque me has dado tu pequeñez.»

 

CONFIANZA

Es decir, estar segura de

Aquel que es Bondad y Misericordia y que llama a las

almas de un modo especial, para que vivan con Él

y conociéndole, todo lo

esperen de Él.

 

«Tus pecados, Yo los borro. Tus miserias, Yo las consumo. Tu debilidad, Yo la sostengo. Cuanto mayor sea tu miseria, más te sostendrá mi poder; te enriqueceré con mis dones. Si Me eres fiel, haré de tu alma morada donde guarecerme, cuando las almas Me arrojen de sí por el pecado. Descansaré en ti y tú tendrás vida en Mi.» 

 

«Si eres un abismo de miseria, Yo soy un abismo de Bondad y de Misericordia. Mi Corazón es tu refugio. Ven a buscar en Él cuanto necesites, aun aquello que Yo te pida. No mires tu pequeñez, mira el poder de mi Corazón que te sostiene. No temas, soy tu Fortaleza y el Reparador de tu miseria...

 

Si estás en mis manos ¿qué puedes temer?... No dudes de la bondad de mi Corazón ni del amor que te tengo. Tu miseria Me atrae... ¿Qué serias sin Mí? No olvides que cuanto más pequeña seas, más cerca estaré de ti...

«No te aflijas desmedidamente por tus caídas; nada necesito para hacer de ti una santa: lo que quiero es que no me niegues nada de lo que te pido... Te buscaré en tu nada para unirte a Mi. Tu pequeñez y tu miseria son el imán que atrae mis miradas. No te desalientes porque en tu fragilidad resplandece más mi Misericordia.»

«Mi Corazón encuentra consuelo en perdonar, no tengo mayor deseo ni más grande alegría que perdonar. Es tanto el consuelo que me procura el alma cuando vuelve a Mi después de una caída, que ésta casi resulta ganancia para ella, porque entonces la miro con gran amor. Poco Me importa su miseria, con tal que su único deseo sea darme gloria. Con toda su pequeñez esta alma obtiene gracia para muchas otras.»

Cuando un alma desea ardientemente ser fiel, Yo la sostengo en su debilidad, y sus caídas hacen obrar más mi Bondad y mi Misericordia. Sólo pido que el alma se olvide a sí misma, reconozca su flaqueza, se humille y haga esfuerzos, no para buscar su propia satisfacción, sino mi gloria...

No puedes comprender cuánto agrada a mi Corazón perdonar las faltas de la fragilidad. No te inquietes. Porque eres frágil y débil, he fijado en ti mis ojos.

Deseo aprisionarte en mi Corazón porque te amo sin medida, y a pesar de todas tus faltas y todas tus miserias, Me valdré de ti para dar a conocer a muchas almas mi Misericordia y mi Amor. Son muchas las que no conocen todavía la Bondad de mi Corazón y mi único deseo es que todas esas almas se aneguen y se pierdan para siempre en el abismo sin fondo de mi Corazón.»

«¡Soy tu Salvador! ¡Soy tu Esposo! ¡Cuán poco entienden las almas estos dos nombres!... Esta es la obra que quiero realizar por ti. El más ardiente anhelo de mi Corazón es la salvación de las almas, y quiero que aquellas que Me están consagradas, conozcan con cuánta facilidad pueden darme almas. Yo les haré conocer el tesoro que muchas veces dejan perder, porque no profundizan estos dos títulos: Salvador y Esposo.»

«Mi Corazón te ama y no Me asusta tu pequeñez: ella Me ha hecho fijar en ti mis miradas y amarte con locura divina.»

Soy el Sol divino que te descubre tu miseria. Cuanto más grande la veas, más debe aumentar tu ternura y tu amor hacia Mi. Si tu alma es una tierra viciada que no puede producir fruto, Yo soy el Jardinero que la cultiva; enviaré un rayo de sol que la purifique y luego mi mano sembrará...»

Mi Cruz se apoyará sobre tu miseria y Yo descansaré en tu pequeñez. Mi Cruz te fortalecerá y Yo te sostendré... Tómala y nada temas. Nunca superará tus fuerzas porque está cortada a tu medida y pesada en la balanza del amor.

Mientras más pequeña es una cosa, con más facilidad se la maneja. Por eso, porque eres nada, me sirvo de ti como quiero. No creas que por tus miserias voy a dejar de amarte. No, mi Corazón te ama y no te abandonará jamás. Ya sabes que la propiedad del fuego es abrasar y destruir... y la de mi Corazón, es perdonar, purificar y amar.

Muy bien sé que sólo tienes miseria y flaquezas; más como soy fuego que purifica, te envolveré en la llama de mi Corazón y lo consumiré todo.

¿No te he dicho muchas veces que mi único deseo es que las almas me entreguen sus miserias? Si no te atreves a acercarte a Mí, Yo me acercaré a ti. Cuanta mayor flaqueza encuentre en ti, más amor encontrarás en Mi. No me importan tus miserias; lo que quiero es ser el Dueño de tu miseria. 

¡Tu pequeñez da lugar a mi Grandeza… la miseria y tus pecados, a mi Misericordia... ¡Tu confianza, a mi Amor y a mi Bondad! ¡Ven, apóyate sobre mi Corazón, descansa en Él!

«Cuando un rey o príncipe toma por esposa a la hija de uno de sus cortesanos, se obliga a darle cuanto exige el rango a que la ha elevado... Yo soy quien os ha elegido, por lo tanto, estoy obligado a daros cuanto necesitáis. Sólo eso, pido lo que tenéis. Dadme vuestro corazón vacío, Yo lo llenaré; dádmelo desprovisto de todo, Yo le revestiré; dádmelo con sus miserias y Yo las consumiré...

¡Os mostraré lo que no veis!... ¡Yo responderé de lo que no tenéis!

Son muchas las almas que creen en Mí, pero pocas las que creen en mi Amor... y entre éstas, muy pocas cuentan con mi Misericordia. Muchas Me conocen como Dios, pero pocas confían en Mi como Padre.

 

Yo Me manifestaré... y haré ver a mis almas predilectas que no les pido lo que no tienen. Lo que exijo, es que me den cuanto poseen, pues todo Me pertenece. Si no tienen más que miserias y flaquezas..., acaso pecados..., se los pido también: ¡Dádmelos todos! y quedaos sólo con la confianza en mi Corazón. Os perdono, os amo, y Yo mismo os santificaré...

 

A. M. D. G.

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