IMITACIÓN DEL CORAZÓN DE CRISTO


DE LA IMITACION DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS

 

DIVIDIDO EN CUATRO LIBROS

obra escrita en latín

 

POR EL RDO. P. J. ARNOLDO

DE LA COMPAÑIA DE JESUS,

 

y traducida al castellano

 

POR EL PBRO. D. FELIPE TELAZQUEZ Y ARROYO

LICENCIADO EN SAGRADA TEOLOGÍA.

 

CON LICENCIA DEL ORDINARIO.

 

MADRID:

LIBRERÍA DE D. MIGUEL OLAMENDI,

CALLE DE LA PAZ, NÚM. 6.

1864.

 

 

 

LIBRO PRIMERO.

AVISOS ÚTILES PARA PURIFICAR NUESTRO CORAZON.

 

CAPITULO PRIMERO

 

Fundamento

1. -Voz de Jesús: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y halla reis el descanso para vuestras almas.

 

-Voz del Discípulo: Estas son las palabras con que Jesucristo nos manda aprender e imitar las virtudes de su Corazón, para que podamos vernos libres de toda miseria del alma y ser verdaderamente bienaventurados. Esta es su doctrina, este es el motivo que tenemos para aprender, este es el fruto, y este, últimamente, el fin. El primer deseo vehemente de aprender es por la nobleza del maestro. ¿Qué cosa, pues, más noble que el Hijo de Dios único Maestro nuestro, constituido por su eterno Padre, y en quien residen todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios? Su doctrina es la verdad, anterior a todas las artes y a todas las ciencias de este mundo; que no abre el camino a riquezas que han de perecer, á placeres que han de huir, a una mezquina fama temporal, sino que conduce a permanentes, inmensas riquezas, á perpetuas é inefables delicias, á supremos y sempiternos honores. Ha reducido a un solo documento cuanto nos ha enseñado a practicar: - “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón." El cual convenientemente distribuyó entre todos los hombres, el cual quiere que todos aprendan, pequeños y grandes, plenísima mente sabiendo que, en este precepto, si se comprende y observa rectamente, se contiene cuanto nos es necesario.

 

2. Aprendamos, pues, mandamiento tan breve, y seremos bastante sabios; sabremos lo suficiente, y nada más tendremos que bus car en lo sucesivo. El modo de aprender, es practicar: lo cual debe hacerse de dos maneras; a saber: estudiando y ejercitando. Pero antes de todo, para que entendamos lo que deseamos aprender, y reduzcamos a la práctica lo que hayamos entendido, nos es indispensable orar, y esto con la mayor insistencia. Debemos después considerar cuidadosa mente la profundidad, la altura, la extensión del precepto, poniendo con frecuencia delante de nuestra vista el modelo del divino Maestro, y examinando que sea lo que debemos corregir, de qué debamos apartarnos, qué debemos conservar y a qué debemos aspirar. Entonces, como no basta saber, sino que conviene cumplir con el precepto que es todo activo, y no se aprende perfectamente sino con la práctica, deberemos, al mismo tiempo que principiar a estudiar, principiar también a practicar, presentándonos a Dios y a los hombres mansos y humildes de corazón en los pensamientos, en las palabras y en las obras. Y adelantando en la inteligencia y en el ejercicio, debemos trabajar de tal manera, que la fuerza del precepto se desarrolle hasta la perfección en todas las condiciones de nuestra vida, en nuestra conciencia, en nuestras conversaciones, en todas y cada una de nuestras acciones, y esto por todos los modos posibles.

 

3. Si así aprendemos lo que divinamente se nos ha mandado aprender, alcanzaremos el fruto, recompensa ciertísima de nuestro estudio y de nuestro trabajo, y que nos pro metió Aquel que jamás puede engañarse ni engañarnos. ¿Cuál es el fruto prometido? El mejor, in dudablemente: Encontrareis, nos ha dicho, el descanso." ¿Y qué es el descanso? Es encontrar aquello que nos deje satisfechos y regocijados, con lo cual no trabajemos para buscar más, ni nos agitemos con el temor de perderlo. Quien encontrare este descanso, descansa do quedará, y será verdaderamente dichoso: quien no le hallare, por mucho que sea lo que por otra parte consiga, siempre estará intranquilo, falto siempre de la suspirada felicidad; porque no se satisface su corazón, porque se ve siempre impelido a buscar más, y porque, aun sin quererlo, está siempre en el peligro de perder lo adquirido, Fuimos de tal manera criados, que nuestra misma naturaleza nos lleva a buscar un descanso dichoso, y ni aun en nuestra mano está el no apetecerlo. Enriquecionos el Señor con un señalado beneficio, excitando en nosotros este deseo, esta facultad poderosa; de esta manera, fuertes en el obrar y suaves en el modo de obrar, buscamos aquello mismo que realiza nuestra dicha Y aun cuando por nuestro libre albedrío intentemos buscar descanso en la variedad de las cosas, siempre nuestro deseo, siempre esta facultad nuestra insistirá y trabajará hasta encontrar el objeto para cuya investigación y adquisición nos ha sido dada. Cristo Señor nuestro, autor en nosotros de esta misma facultad, y en quien repugna que nos haya dado un poder irresistible sin objeto, que nos le haya dado sin la posibilidad de alcanzar el objeto, este mismo nos enseña cómo hemos de buscarle, y cómo le hemos de encontrar. "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrareis el descanso." No distingue, no exceptúa: encontraremos, pues, descanso verdadero, verdadera felicidad. Y aun cuando el descanso, la felicidad no pueda ser completa en el tiempo, será, sin embargo, verdadera, según lo promete él Señor y consta de la experiencia de Santos in numerables que fueron mansos y humildes, discípulos del manso y humilde Jesús. Disfrutaremos dichosamente aquella paz que no podrán alterar externos enemigos; gozaremos aquella tranquilidad que no agitará ningún movimiento interior del alma; poseeremos, por último, la semejanza y unión di vinas que contienen la mayor dicha de la vida y todos los bienes apetecibles, y de la que nadie nos puede privar como nosotros no que ramos.

 

4. De esta manera, recogiendo el fruto, conseguiremos el fin, la bienaventuranza in acabable de nuestras almas. Él mismo lo dice: " Hallareis descanso para vuestras almas. " Si nuestras son nuestras almas, no de tal modo son nuestras como si fueran hechura de nosotros, siendo Dios quien las crio, y no nos otros. Nuestras ciertamente son, porque ÉI nos las dio. Dándonoslas, fue para un fin digno de sí: para que haciendo Él lo que debe (y esto lo hace siempre) como infinitamente perfecto, nosotros cooperemos a la vez, y así alcancemos para nuestras almas felicidad perpetua y bienaventurada. Este es el fin; la eterna bienaventuranza del alma, íntimamente unida con la gloria del Señor, fin único del que la desea. Si Dios es glorioso en todas sus obras, ¡cuán glorioso es en obra tan grande, en la salvación de las almas que triunfan eternamente, y que cantan perpetuamente sus alabanzas! Para este fin nos provee y nos ayuda con mil medios у de mil maneras: para que alcanzáramos este fin nos precedió El mismo, como buen padre a sus hijos, compañero previsor, enseñándonos una senda segura y agradable, y aliviándonos y recreándonos.

 

5. Siendo, pues, esto así, marchemos gozosos en seguimiento de tal y tan buen guía. ¿Qué cosa más honorífica para nosotros? ¡Gloria y muy grande es seguir a Dios esclarecido honor ser discípulos amados de su Corazón! ¿Quién podrá imaginarse un honor de to dos los siglos que no se desvanezca al ser comparado con tanta dignidad? Ni tampoco hay nada más útil, cuando de él depende el reposo del alma, nuestra felicidad en la vida, en la muerte y por toda la eternidad. Cosa es esta de tanto valor, que ella sola puede bastarnos, y, sin ella, todas las demás serán inútiles у Esto es , por último, fácil y dulce ; porque sus mandamientos no son gravosos: verdad es que nos impuso estos preceptos, pero también nos suministra los medios con los cuales, no solo podemos aprovechar, sino que ningún enemigo de la salvación, ningún obstáculo pueda impedirnos su cumplimiento, Aprendiendo, pues, del mismo Corazón del Salvador, bebemos en la fuente dulcísima del amor ; fortalecidos con el cual, si hay algún trabajo, o no le sentimos, o le amamos, y encontramos, por tanto, dulce y llevadero. ¡Oh Jesús manso y humilde de Corazón! Te suplico me admitas como discípulo tuyo, como discípulo de tu Corazón; y concédeme que cuanto antes aprenda de Ti a ser manso y humilde de corazón, para que así halle el descanso de mi alma, para tu mayor y más eterna gloria.


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